En cada casa norteña no faltan los dulces en almíbar. Uno de los preferidos es el cayote, para comer solo, con quesillo o con esta crema helada de nuez
Las tablita misionera suele ser muy completa. En ella no falta el reviro, como se llama a la comida típica de la provincia con la harina como base. Compañía del hombre de monte y de la mateada, la tabla también se acompaña con pastel de mandioca de boga y chimichurri bien sabroso.
La chanfaina clásica es una adaptación de un plato tradicional cuyano. Lleva largas horas junto al fuego y requiere de dosis de paciencia, que entrega su premio cuando se la sirve con los vinos de la región.
La ya de por sí gustosa carne de cerdo gana en sabor con el perfume de la menta peperina y la reducción de miel, que en la zona es deliciosa, floral y frutal.
Los bivalvos patagónicos son uno de los productos más preciados por los gourmets. Las vieiras carnosas con esencia de pimentón ahumado conforman una preparación ideal.
Postre casero por definición, el flan es infaltable en la mesa de los porteños de paladar muy goloso. Por eso, se lo suele acompañar mixto: con una buena cucharada de crema batida y otra de dulce de leche.
En el país, durante mucho tiempo los alfajores de dulce de leche se asociaron a las vacaciones. La costumbre de consumirlo y llevarlo de regalo nació a comienzos de 1947, cuando tres amigos abrieron en Mar del Plata una fábrica de alfajores a la vista del público.
“Este libro, que es un gran mapa de sabores de regiones argentinas a visitar, es rico y variado.”
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